El Papa Francisco no pide relativizar la enseñanza de la Iglesia sobre las personas homosexuales, sino tener en cuanta a «cada persona concreta, con su especificidad». Así lo dice el cardenal Matteo Maria Zuppi, arzobispo de Bolonia, en el prefacio de un ensayo publicado en Italia. Según el purpurado, el Papa da ese consejo para tratar pastoralmente «a todo el mundo, no sólo a los homosexuales».
Según el cardenal Zuppi, la invitación hecha por el Papa en su exhortación Amoris Laetitia (2016) a respetar y acoger a las personas homosexuales «se dirige a todos, no sólo a las personas homosexuales. Su enfoque no consiste en relativizar la Ley de Dios, sino en hacerla relativa a la persona concreta, con su especificidad».
El Papa simplemente quiere que todos puedan conocer la «plenitud de Dios [...], esa posible plenitud inscrita en su propia naturaleza y especialmente en su propia historia», dijo el arzobispo Zuppi. «Y la plenitud de la voluntad de Dios para una persona no es la misma para otras», explica.
La diversidad de cada persona, un regalo para las comunidades cristianas
El papa Francisco, cree el cardenal, señaló un descuido dentro de las comunidades cristianas, el de la falta de «una escucha profunda de la persona en sus situaciones de vida». Es necesario empezar a mirar a las personas, incluidos los homosexuales, como Dios los mira, para que también ellos empiecen a «sentirse [...] miembros de la comunidad eclesial, en camino».
«No es necesario, por lo tanto, tener una pastoral específica para los homosexuales», escribe el cardenal Zuppi. Por el contrario, es necesario promover de manera más general una mirada específica sobre las personas, porque «la diversidad de cada persona es un regalo para la riqueza de la comunidad».
Ante estas preocupaciones, el purpurado se pregunta: «¿Cuáles son los riesgos de integrar a todos -incluidos los homosexuales- en la pastoral ordinaria?» Según él, la caridad de Dios en la comunidad requiere aceptar ser puesto a prueba por los conflictos que los casos personales pueden generar, sin importar la orientación sexual o los antecedentes familiares.
La Iglesia distingue entre la orientación homosexual y los actos homosexuales
«La doctrina de la Iglesia distingue entre la orientación y los actos; lo que no podemos 'aceptar' es el pecado expresado por un acto», dice el Arzobispo de Bolonia. Pero la orientación sexual, dice, - que nadie «elige» - no es necesariamente un acto, y no justifica ser desterrado de la comunidad.
«Y aunque una persona lleve un estilo de vida contrario a la ley de Dios, ¿no deberíamos aceptarlo?», pregunta el cardenal italiano. Tomando el ejemplo de dos casos famosos de pecadores a los que se acercó Cristo, dijo que «si Jesús hubiera tenido este criterio, antes de entrar en la casa de Zaqueo, habría exigido su conversión. Antes de acompañar a la mujer samaritana a la adoración de Dios en Espíritu y Verdad, le habría pedido que regularizara su situación matrimonial».
«No obstante, es necesaria e incluso deseable una cierta discriminación», subraya el cardenal Zuppi, cuando pone de relieve las diferencias de cada persona y, por tanto, su propia identidad. «Pero nunca debemos olvidar que toda diferencia es abrazada por el amor de Dios que no discrimina», concluye.
11 comentarios
Eso está claro, que a nadie se le destierra de la comunidad, por sus tendencias, si fuera así no habria nadie o casi nadie en la comunidad, pues todos tenemos algunas tendencias contra las que tenemos que luchar.
En el caso de un homosexual, es el, el que tiene que saber que no puede ejercer su homosexualidad, como a otro le pasa con su tendencia a robar, a fornicar etc.
No dice nada nuevo, el problema es el que dice que pecando gravamente, y sabiendolo, se puede estar también en gracia de Dios.
El primero es un caso que entraría en la categoría de pecado contra el Espíritu (y por tanto imperdonable por la cerrazón y soberbia del pecador), y el segundo es exactamente el mismo caso que el de cualquier ser humano con una tendencia pecaminosa arraigada en su alma, aunque no sea de naturaleza sexual. Es decir, todos los seres humanos que poblamos la tierra, seamos o no homosexuales.
Si pretendemos ser fieles a lo que Cristo en su iglesia ha enseñado no deberíamos dar trato preferencial. Es que si lo hacemos estaríamos haciendo lo mismo qué hace el Estado cuando crea leyes exclusivas para ellos.
Esto, así dicho, es un gran error, un error muy grave y desgraciadamente común hoy en día en muchos miembros de la jerarquía eclesiástica, que hablan y hablan y no saben de lo que hablan.
Es como decir que "El pluralismo y la diversidad de religión, color, sexo, raza y lengua son expresión de una sabia voluntad divina, con la que Dios creó a los seres humanos."
La diversidad enriquece solo si es conforme con la voluntad positiva de Dios. De lo contrario, empobrece al "diverso", que queda privado de la gracia (sin la que no puede agradar a Dios), y empobrece a la "comunidad (de los santos)", en cuyo seno aparecen piedras / pesos muertos que no suman, sino que restan: que no dan ejemplo, sino que escándalizan.
Si algo puede hacer la Iglesia en este caso es explicar el proceso embriológico para ver desde el inicio nuestra diferenciación en sexo o somos uno u otro.
En el deseo hay tendencias que se busca el placer corporal que es la sexualidad pero se puede sublimar a lo divino; al amor al prójimo;al matrimonio unidad en Dios para la creación de nuevos seres.
Si catalogamos a la persona por su deseo se diría ladrón ;homosexual ;fornicarios hipocondríaco y un amplio etc son deseos .
La Iglesia debe enseñar la Persona integrada en todas sus facetas y saber que Dios Padre nos ama en su Hijo que nos redimió pero hay un solo Camino; Verdad y Vida - Jesucristo .
La Iglesia perdona con el Poder del Señor pero dice "No peques más" No hay otra Palabra.
No está probada la existencia del "gen rosa", Luego, uno "elige", cuando se deja llevar, porque, pudiendo elegir su contrario, no lo hace. Costará lo que cueste. pero si uno sigue sus inclinaciones, está eligiendo hacerlo así (con todas las matizaciones que se quieran).
--«Y aunque una persona lleve un estilo de vida contrario a la ley de Dios, ¿no deberíamos aceptarlo?».
No: aceptarlo, no. Lo que debemos es amarlo; y ese amar nos llevará -nos debería llevar- a la misericordia con él; o sea, a enseñarle lo que no sabe -si ese fuera el caso- y a corregir sus errores -si se deja-. Nunca a "confirmarlo" en su error -a "aceptarlo"-, porque eso lo dejaría postrado, y evidenciaría una máxima falta de fe en el poder de la gracia divina.
--«si Jesús hubiera tenido este criterio, antes de entrar en la casa de Zaqueo, habría exigido su conversión. Antes de acompañar a la mujer samaritana a la adoración de Dios en Espíritu y Verdad, le habría pedido que regularizara su situación matrimonial».
No es así. Al obrar Jesús como lo hizo, les estaba dando la gracia del arrepentimiento. Él leía en los corazones y sabía -como sabe- la respuesta que a esa oportunidad iban a darle Zaqueo y la samaritana. Por tanto, nada que ver con lo que dice Zuppi.
A menos que la afirmación de Mons. Zuppi vaya por la línea de que no necesitan ninguna ayuda porque están bien ASÍ, y hasta pueden ser propuestos como ejemplares y modélicos ASÍ.
Que parece que es a lo que se quiere ir...