El papa Francisco recibió ayer la segunda dosis de la vacuna contra el coronavirus, informa ANSA.
Fuentes vaticanas aseguran que el Pontífice argentino acudió ayer al Aula Pablo VI -lugar donde se están distribuyendo las vacunas en el Vaticano- para completar el proceso de inmunización, con la segunda dosis de la vacuna.
Aún no se sabe si Benedicto XVI ha recibido la segunda dosis de la vacuna. La primera la recibió más o menos a la par que Francisco, hace tres semanas. La edad del Papa emérito, que en abril cumplirá 94 años -una década mayor que el Papa Francisco- hacen suponer que también habrá recibido la segunda dosis.
Al contrario que Francisco, Ratzinger no acudió al Aula Pablo VI sino que fue vacunado en su residencia de los jardines vaticanos.
El Vaticano está inmunizando a su pequeña población con la vacuna desarrollada por Pfizer/BioNTech.
En vez de tanta exhibición servil, más le valdría aprovechar los micrófonos y cámaras para presionar a las farmacéuticas para que dejen de producir vacunas vinculadas a abortos.
Viganó: Covid-19, la Santa Sede, Cómplice de una Conjura contra Dios y contra el Hombre.
Marco Tosatti. Stilum Curiae. Hemos recibido del Arzobispo Carlo Maria Viganò esta carta en respuesta a las preguntas que le planteó un sacerdote, y a los problemas relacionados con la posición de la Iglesia sobre las vacunas y el Covid 19.
Concuerdo con su valoración de la objetiva inmoralidad de la llamada vacuna contra el covid-19 a causa del empleo en su fabricación de material derivado de fetos abortados. Estoy igualmente de acuerdo en que el documento promulgado por la Congregación para la Doctrina de la Fe es totalmente inapropiado en el aspecto científico, además de en el filosófico y el doctrinal. El Prefecto se limita a acatar dócilmente unas más que discutibles consignas recibidas de su superior.
La obediencia de los réprobos es emblemática en esta situación, porque con toda desenvoltura se desentiende de la autoridad de Dios y de la Iglesia en nombre de un servilismo que adula al autoritarismo del superior inmediato.
Con todo, me gustaría precisar que el documento de la Santa Sede es particularmente insidioso porque se limita a analizar un aspecto remoto, por así decirlo, de la composición del fármaco, dejando aparte la licitud moral de una acción que no pierde gravedad con el paso del tiempo; sino porque también hace caso omiso de que para revitalizar el material fetal usado en un principio es necesario añadir periódicamente material proveniente de nuevos fetos abortados ad hoc en el tercer mes de gestación, y que esos tejidos se tienen que extraer de criaturas aún vivas y con el corazón palpitando.
Dada la importancia de la materia y las denuncias de científicos católicos, la omisión de un elemento integrante de la producción de la vacuna en un pronunciamiento oficial confirma, en la hipótesis más generosa, una escandalosa incompetencia, y en la más realista, la deliberada voluntad de hacer pasar por moralmente aceptables vacunas producidas gracias a abortos provocados. Esta especie de sacrificio humano en su forma más descarada y cruenta es considerado por un dicasterio de la Santa Sede como algo sin importancia, todo en nombre de la nueva religión sanitaria que Bergoglio promueve con tanto ardor.
Estoy de acuerdo con Ud. en cuanto a la omisión de valoraciones de la manipulación genética provocada por algunas vacunas que actúan a nivel celular con fines que las empresas farmacéuticas no osan confesar, que ha sido denunciada por científicos y cuyas consecuencias a largo plazo todavía se desconocen.
Pero la Congregación para la Doctrina de la Fe evita escrupulosamente pronunciarse sobre la moralidad de experimentar en seres humanos, experimentación admitida por los propios productores de las vacunas, que se niegan a facilitar los datos de dicho experimento masivo hasta dentro de varios años, cuando ya se sepa si el fármaco es eficaz y al precio de qué efectos secundarios permanentes. Del mismo modo que Doctrina de la Fe no dice nada de la moralidad de especular vergonzosamente sobre un producto que es presentado como única defensa contra un virus gripal que todavía no ha sido aislado sino apenas secuenciado. Si no se aísla el virus, es científicamente imposible producir los antígenos de la vacuna, con lo cual toda esta operación del covid se manifiesta, para quien no esté cegado por prejuicios o por mala fe, en toda su criminal falsedad e intrínseca inmoralidad.
El Papa Francisco en esto da muy mal ejemplo.
Falsedad que no sólo confirma el entusiasmo casi religioso con el que se presenta la función salvadora de la supuesta vacuna, sino también en la terca negativa de las autoridades sanitarias internacionales a reconocer la validez, eficacia y costo reducido de curas existentes como el plasma hiperinmune de hidroxicloroquina e invermectina y de la ingestión de vitaminas C y D para aumentar las defensas y curar con celeridad a los primeros síntomas. No olvidemos que si hay personas ancianas o con las defensas bajas que han muerto de covid, ello obedece a que la OMS ha ordenado a los médicos generalistas no tratar los síntomas, indicando para los pacientes que presenten complicaciones un tratamiento hospitalario totalmente inadecuado y perjudicial. También calla a este respecto la Santa Sede, cómplice evidente de una conjura contra Dios y contra el hombre.
04/03/21 www.infovaticana.com