Necesitamos jóvenes
Jóvenes que vivan, la pureza del evangelio, con pureza evangélica.
Jóvenes que estudien, que mediten, y que se conozcan los evangelios de memoria.
Jóvenes que sepan escuchar los consejos de los verdaderos sabios.
Jóvenes llenos de hermosos ideales, todos compatibles con la santidad cristiana.
Jóvenes que descubrieron que, como buenos cristianos católicos, pueden ser grandes líderes, con las mejores ideas morales y políticas, al servicio desinteresado de la sociedad, emulando a los más insignes próceres y santos de la nación.
Jóvenes confiados en que pueden contribuir al orden y el progreso de su nación, comenzando por poner orden en la relación entre la Iglesia y el Estado.
Jóvenes que conocen y aman, con un amor total, los valores morales in-negociables, enseñados por el Magisterio de la Iglesia Católica.
Jóvenes que abominan del modernismo y el liberalismo religioso, político y económico de la actualidad, el cual está plasmado en leyes inicuas, e inmorales, las cuales deben ser todas derogadas.
Jóvenes dispuestos a forjar una nueva nación, responsable, trabajadora, estudiosa, disciplinada, creyente, educada, honesta, respetuosa, virtuosa, bien organizada, bien administrada, bien gobernada; con buenos y valientes líderes, predicadores, y maestros.
Jóvenes que tienen, y se procuran siempre, una excelente formación profesional, científica, catequística, y en la Doctrina Social de la Iglesia.
Jóvenes que, en la vida pública, no piensan en el engaño del costo político; que no se venden, que no transigen.
Jóvenes políticos que privilegien la salud pública, y estén dispuestos a corregir los errores que cometieron los representantes del Estado y de las religiones, eliminando todos los privilegios de las confesiones religiosas, que están presentes en constituciones, concordatos, leyes y decretos.
Jóvenes que comprenden, cabalmente, la importancia que tiene la educación pública, con salarios dignos, con escuelas modernas; y que ningún centavo del presupuesto de educación debe ser entregado a las escuelas privadas, sean laicas o religiosas.
Jóvenes que entiendan la necesidad de que en la escuela pública se den charlas de religión, donde se enseñe la verdadera religión católica, con humildad, sin notas, sin ningún salario ni dinero del Estado, sin ningún tipo de coacción, impartida por clérigos calificados; que sea optativa, para los que quieran aunque sean pocos, en el horario que se pueda, gratuita, en total acuerdo con el mundo escolar, y que sea seria, respetuosa, divertida y entretenida.
Jóvenes que comprendan la gran importancia que tiene la escuela católica gratuita, porque es posible; porque todos los niños, todos, tienen derecho a una escuela católica; porque con buena enseñanza cultural y cristiana, la prosperidad está asegurada; porque la comunidad cristiana puede perfectamente financiar la educación católica, a pesar de los mismos católicos que son pesimistas y no creen.
Carlos A. Ferrari
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